El oscuro levante
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El oscuro levante
Pasados los verdes prados del párpado de un oscuro monte, se alzaba a la vista una maravilla de quien pecador era quien osara acercarse a ella, atraído por su valor.
En tierras lejanas, atravesando un humilde y tranquilo pueblo de la comarca, la elevación del terreno sucumbía ante el escándalo majestual, de unos ojos que esperaban encontrarse con lo que aquello hubiera sido un sinfín de aventuras y leyendas, contadas desde el otro lado del océano, a lo largo de los tiempos. Eran dos jóvenes muchachos, cuyos abuelos habían contado la leyenda de una enorme mansión, que se alzaba a la luz del Sol, reluciendo incluso más que éste. La parte del más que oído relato, que no pasaba más allá de un cuento de hadas, era la triste historia o el triste fin, de todos aquellos que habían ido a la mansión. Podría tratarse de trabajadores, de vigilantes, de ladrones acechando su botín, o de humildes visitantes curiosos, no importa; el caso es que todo aquel que iba, nunca volvía.
Así pues, y a la vista estaba en la cabeza de estos dos muchachos, aquello sería ficticio si no fuera porque la prestigiosa mansión existiera en su misma localidad. Y es que aquello que sus ansias de descubrir les habían hecho olvidar, luego sería perturbador en sus memorias, retorciéndose del dolor del suceder de los eventos...
Subieron las calles del pueblo, aquel en el que se habían criado, mirando al cielo un tiempo tranquilo, soleado y apenas nubes. Eran sobre las nueve de la mañana, y las calles estaban desiertas. Los muchachos conversaban alegremente entre ellos, ignorantes de los pasos que daban, quizás cada vez más próximos a un peligro desconocido, sumido en una inimaginable belleza. Revisaban sus cosas, cámaras de fotos, bebidas y todo lo indispensable para asegurar sus estómagos hasta la hora de la comida, a la que habían dicho, regresarían.
Tras el cálido paseo por el pueblo, quedaba la última calle, en la que empezaba su travesía. Una pequeña vivienda, de dos pisos unifamiliar, era su último obstáculo para perpretar el estrecho monte. Estaba abandonada, y ya había sido en numerosas ocasiones saqueada por otros viandantes, que aprovechaban la ausencia de sus dueños; de éstos, no se sabía más que dejaron la casa hace 20 años, por motivos aún no revelados.
Una última mirada a la casa levantó nuevamente el misterio de por qué aquellas personas decidieron abandonar el hogar, y siguieron. De entrada al monte, corrían el riesgo de perderse entre los árboles, pues el camino no era del todo fiable. Dados unos pasos, era posible figurar la aldea, pero algo más complicado establecer la vuelta. Y aún pareciendo ser un camino recto de ida o vuelta, aquello era un continuo pasaje lleno de giros y de inconvenientes, que obstaculizaban la travesía con sus agotadores esfuerzos.
Pero aquello no mermó el estado físico de los muchachos, que finalmente llegaron a su destino. Todo cuanto se tenía constancia del lugar, era la riqueza de la mansión, adornada desde fuera, el camino por el que se accedía, y por el que nunca volverían a pasar los que la visitaran. El mismo camino, se dividía en dos; era como una moneda que decidía la posibilidad de un regreso por una bajada en un tranquilo parque, lleno de pájaros y de sabia naturaleza rebosante en el terreno, o bien el camino del nunca regreso.
¿Pero quién pudiera no regresar nunca de ahí? Incluso habían oído leyendas de que dentro se escondían asesinos, o personas importantes de la sociedad, a las que ser descubiertas suponía la propia muerte del descubridor, por el peligro a predicar la información.
Tenían previsto dar un tranquilo paseo por el otro camino, para disfrutar de su día completo, pues aún quedaban muchas horas por delante, y sea cuánto fuera de espaciosa la elevada mansión, no alojaría en su interior más de una hora como mucho para contemplar en primera persona, el ambiente que habría inspirado los ancianos relatos de su abuelo, rescatados del olvido, para regresar al presente.
Se me olvidaba decir, lo que parecía una mansión, no era una mansión. Las fuentes escritas así la habían definido, para evitar alarmar a los curiosos. Aquello en realidad, era un castillo, y no precisamente el motivo del peligro que éste propiciaba, era por alguna trampa contenida en él. Se trataba, de...
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En tierras lejanas, atravesando un humilde y tranquilo pueblo de la comarca, la elevación del terreno sucumbía ante el escándalo majestual, de unos ojos que esperaban encontrarse con lo que aquello hubiera sido un sinfín de aventuras y leyendas, contadas desde el otro lado del océano, a lo largo de los tiempos. Eran dos jóvenes muchachos, cuyos abuelos habían contado la leyenda de una enorme mansión, que se alzaba a la luz del Sol, reluciendo incluso más que éste. La parte del más que oído relato, que no pasaba más allá de un cuento de hadas, era la triste historia o el triste fin, de todos aquellos que habían ido a la mansión. Podría tratarse de trabajadores, de vigilantes, de ladrones acechando su botín, o de humildes visitantes curiosos, no importa; el caso es que todo aquel que iba, nunca volvía.
Así pues, y a la vista estaba en la cabeza de estos dos muchachos, aquello sería ficticio si no fuera porque la prestigiosa mansión existiera en su misma localidad. Y es que aquello que sus ansias de descubrir les habían hecho olvidar, luego sería perturbador en sus memorias, retorciéndose del dolor del suceder de los eventos...
Subieron las calles del pueblo, aquel en el que se habían criado, mirando al cielo un tiempo tranquilo, soleado y apenas nubes. Eran sobre las nueve de la mañana, y las calles estaban desiertas. Los muchachos conversaban alegremente entre ellos, ignorantes de los pasos que daban, quizás cada vez más próximos a un peligro desconocido, sumido en una inimaginable belleza. Revisaban sus cosas, cámaras de fotos, bebidas y todo lo indispensable para asegurar sus estómagos hasta la hora de la comida, a la que habían dicho, regresarían.
Tras el cálido paseo por el pueblo, quedaba la última calle, en la que empezaba su travesía. Una pequeña vivienda, de dos pisos unifamiliar, era su último obstáculo para perpretar el estrecho monte. Estaba abandonada, y ya había sido en numerosas ocasiones saqueada por otros viandantes, que aprovechaban la ausencia de sus dueños; de éstos, no se sabía más que dejaron la casa hace 20 años, por motivos aún no revelados.
Una última mirada a la casa levantó nuevamente el misterio de por qué aquellas personas decidieron abandonar el hogar, y siguieron. De entrada al monte, corrían el riesgo de perderse entre los árboles, pues el camino no era del todo fiable. Dados unos pasos, era posible figurar la aldea, pero algo más complicado establecer la vuelta. Y aún pareciendo ser un camino recto de ida o vuelta, aquello era un continuo pasaje lleno de giros y de inconvenientes, que obstaculizaban la travesía con sus agotadores esfuerzos.
Pero aquello no mermó el estado físico de los muchachos, que finalmente llegaron a su destino. Todo cuanto se tenía constancia del lugar, era la riqueza de la mansión, adornada desde fuera, el camino por el que se accedía, y por el que nunca volverían a pasar los que la visitaran. El mismo camino, se dividía en dos; era como una moneda que decidía la posibilidad de un regreso por una bajada en un tranquilo parque, lleno de pájaros y de sabia naturaleza rebosante en el terreno, o bien el camino del nunca regreso.
¿Pero quién pudiera no regresar nunca de ahí? Incluso habían oído leyendas de que dentro se escondían asesinos, o personas importantes de la sociedad, a las que ser descubiertas suponía la propia muerte del descubridor, por el peligro a predicar la información.
Tenían previsto dar un tranquilo paseo por el otro camino, para disfrutar de su día completo, pues aún quedaban muchas horas por delante, y sea cuánto fuera de espaciosa la elevada mansión, no alojaría en su interior más de una hora como mucho para contemplar en primera persona, el ambiente que habría inspirado los ancianos relatos de su abuelo, rescatados del olvido, para regresar al presente.
Se me olvidaba decir, lo que parecía una mansión, no era una mansión. Las fuentes escritas así la habían definido, para evitar alarmar a los curiosos. Aquello en realidad, era un castillo, y no precisamente el motivo del peligro que éste propiciaba, era por alguna trampa contenida en él. Se trataba, de...
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Re: El oscuro levante
se trataba de un peligroso dibu, que ignorante de la verguenza que este "relato" le catalogará de por vida, va y lo publica. jajajajja
DibujanteTM-  
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Re: El oscuro levante
No está nada mal, pero yo apostaría que lo has echo a lo rápido. ¿Tengo razón? Si no, pues nada.
Zombies239-  
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Re: El oscuro levante
ayer mienttras se me pasaba el cabreo. tanto se nota? xd.
DibujanteTM-  
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Re: El oscuro levante
El camino no se lo puso nada fácil a los atrevidos visitantes. Dados unos pasos al frente, giraron de nuevo sus miradas, algo les había llamado la atención. Pese al mal estado de mantenimiento de aquel camino, era posible la trayectoria sobre ruedas.
Un grupo de extranjeros, había acudido al pueblo para visitar aquella mansión, que en realidad se trataba de un gigante castillo. Se habían equivocado de ruta, y habían bordeado todo el precioso parque que se encontrataba al otro lado del castillo. Los jóvenes hermanos fueron alertados por los transehúntes, al ruido del claxon del vehículo. De inmediato éstos sacaron sus gorras y similaron ser guías turísticos, para alejar a los visitantes de la morada. No iban a dejar, que la presencia de extraños estropease su expedición.
Los extranjeros en un primer momento dudaron, pero al no haber nadie más, creyeron sobre lo que les dijeron, de que el horario de visita era por la tarde, a partir de las 6. En vista del complicado acceso, pidieron a uno de los hermanos que les acompañara por el camino, para regresar al pueblo. Aquel imprevisto, estaba amenazando con robar buena parte del tiempo de que disponían para disfrutarlo en las entrañas del castillo.
Siguiendo su papel como guía, afirmó que no podía abandonar su puesto de trabajo, pues corría el riesgo de que alguien entrara. A pesar de guía, ejercía labores de seguridad. No sonó muy convincente a los extranjeros, pero la suerte estaba de su lado. Afortunadamente habría leído días antes, un panfleto donde se especificaban varios lugares de interés del susodicho pueblo, y les guió a una exposición de minerales, en la otra punta de la villa, atravesando un concurrido rio. Los extranjeros se despidieron educadamente, y abandonaron su pesadez en estropear su día.
Un leve esbozo de aire fresco petrificó el corazón de los dos muchachos, al ritmo que mantenían sus suspiros aliviados por la entera libertad, de poder entrar al castillo solos, cuya altura en la belleza, hacía mella en su impresión; saltaba a la vista, que cuanto más miraban hacia lo alto, más abrían la boca. De una buena lluvia, buenos litros habían tragado bajo la maravilla.
Un grupo de extranjeros, había acudido al pueblo para visitar aquella mansión, que en realidad se trataba de un gigante castillo. Se habían equivocado de ruta, y habían bordeado todo el precioso parque que se encontrataba al otro lado del castillo. Los jóvenes hermanos fueron alertados por los transehúntes, al ruido del claxon del vehículo. De inmediato éstos sacaron sus gorras y similaron ser guías turísticos, para alejar a los visitantes de la morada. No iban a dejar, que la presencia de extraños estropease su expedición.
Los extranjeros en un primer momento dudaron, pero al no haber nadie más, creyeron sobre lo que les dijeron, de que el horario de visita era por la tarde, a partir de las 6. En vista del complicado acceso, pidieron a uno de los hermanos que les acompañara por el camino, para regresar al pueblo. Aquel imprevisto, estaba amenazando con robar buena parte del tiempo de que disponían para disfrutarlo en las entrañas del castillo.
Siguiendo su papel como guía, afirmó que no podía abandonar su puesto de trabajo, pues corría el riesgo de que alguien entrara. A pesar de guía, ejercía labores de seguridad. No sonó muy convincente a los extranjeros, pero la suerte estaba de su lado. Afortunadamente habría leído días antes, un panfleto donde se especificaban varios lugares de interés del susodicho pueblo, y les guió a una exposición de minerales, en la otra punta de la villa, atravesando un concurrido rio. Los extranjeros se despidieron educadamente, y abandonaron su pesadez en estropear su día.
Un leve esbozo de aire fresco petrificó el corazón de los dos muchachos, al ritmo que mantenían sus suspiros aliviados por la entera libertad, de poder entrar al castillo solos, cuya altura en la belleza, hacía mella en su impresión; saltaba a la vista, que cuanto más miraban hacia lo alto, más abrían la boca. De una buena lluvia, buenos litros habían tragado bajo la maravilla.
DibujanteTM-  
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Re: El oscuro levante
Si, a manos de alguien que suele escribir, si. Es como el fragmento que puse aquí, un mini-relato que no solo no venía a cuente sino que encima no estaba inspirada. Este segundo fragmento es algo mejor, pero yo diría que sigue siendo echo a lo rápido.
Zombies239-  
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Re: El oscuro levante
esta mañana antes de irme al examen xd.
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